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ANTECEDENTES

El Muralismo, la primera vanguardia en México de acuerdo a Lelia Driben en su libro “La Generación de la Ruptura y sus antecedentes” (2012), la Escuela Mexicana de Pintura y los llamados modernistas solitarios de México.

Los tres grandes muralistas: construcción de la identidad nacional

El movimiento muralista mexicano, iniciado hacia las primeras décadas del siglo XX, es sin duda uno de los fenómenos artísticos de mayor relevancia en la historia del arte moderno en México y ha gozado de amplia resonancia en el panorama plástica internacional. Formó parte de un complejo programa cultural que, auspiciado por el Estado mexicano, buscaba la construcción de una identidad nacional en un país que recién salía de un largo periodo dictatorial (el Porfiriato) y del convulso periodo de lucha armada que dio fin al primero (la Revolución Mexicana).

Ya desde los últimos años del régimen porfirista, en algunos círculos artísticos mexicanos se expresaba la necesidad de generar una renovación frente a las enseñanzas y los cánones tradicionales del arte dictados desde Europa. Particularmente, en el ámbito de la pintura se abogaba por la creación de un “arte mexicano” de carácter público, realizado al aire libre, fuera de los estudios y gabinetes académicos; sería un arte de grandes dimensiones, es decir, un “arte monumental”, que se plasmaría en los muros de los edificios que alojaban las principales instituciones públicas del país (universidades, dependencias estatales,bibliotecas, etc.).Sin embargo, el estallido de la Revolución Mexicana (noviembre de 1910) y la consecuente crisis política, económica y social, frenó por algún tiempo la puesta en práctica de este proyecto.

En 1921, con el triunfo de la Revolución, el gobierno del presidente Álvaro Obregón emprende un programa de renovación de la cultura nacional encabezado por el secretario de educación José Vasconcelos. Es entonces cuando la pintura mural tiene “la mesa puesta” para desarrollarse como la principal expresión plástica en México, especialmente a partir de la obra de los tres principales creadores de la denominada Escuela mexicana de pintura: José Clemente Orozco (1883-1949), Diego Rivera (1886-1957) y David Alfaro Siqueiros (1896-1974).

En la Ciudad de México, Rivera comienza a pintar los muros del Anfiteatro Bolívar de la Escuela Nacional Preparatoria (Antiguo Colegio de San Ildefonso), Orozco decora los corredores del mismo edificio y, más tarde, Siqueiros trabaja en el espacio de la escalera del Colegio Chico (actual Museo de la Luz). En estas obras incipientes, los tres muralistas abordan temas de carácter general y abstracto como La creación, la Maternidad y Los elementos; es decir, aún no se manifestaban los temas de carácter nacionalista que posteriormente definirán a la Escuela mexicana.

Los “tres grandes” del muralismo mexicano conciben su labor artística desde una perspectiva social: es un arte para el pueblo, expuesto a la vista de todos y que, en mayor o menor medida, enaltece los ideales del nuevo orden político-social derivado de la Revolución. Desde este punto de vista, el muralismo mexicano aborda aspectos étnicos, míticos, políticos e históricos del país, tanto del pasado precolombino como del periodo colonial, a partir de los cuales se generan las representaciones culturales de México como una nación, es decir, como un conglomerado de personas que no solamente viven en un mismo espacio geográfico, sino que comparten historia, tradiciones y valores en común.

A partir de estos años, el muralismo se convierte en el “arte oficial” mexicano. Bajo el patrocinio de los gobiernos posrevolucionarios, Rivera, Orozco y Siqueiros desarrollan una prolífica labor pintando los muros de diversos edificios emblemáticos de la Ciudad de México (Palacio Nacional, Palacio de Bellas Artes, Universidad de Chapingo, Hospital de La Raza, etc.) y, en menor medida, en otras ciudades como Guadalajara (Hospicio Cabañas) y Jiquilpan, Michoacán (Biblioteca Pública Municipal).

Si bien el trabajo de los tres principales muralistas comparte ciertas características, cada uno de ellos desarrolló una personalidad y estilo particular. Rivera es quien con mayor entusiasmo aborda los triunfos de la Revolución, recurrentemente desarrolla temas inspirados en el arte popular y las culturas prehispánicas, y pone especial interés en crear obras didácticas y fácilmente comprensibles por el público en general. Orozco se muestra más desconfiado y escéptico  ante la realidad que lo rodea. Por su parte, Siqueiros encuentra el principal motivo para su obra en la lucha ante el drama social de la humanidad. Lo mismo puede decirse en cuanto a la relación que estos pintores tuvieron con el régimen oficial, que iba de la cordialidad y admiración hasta la confrontación (por ejemplo, la estancia de Orozco en Guadalajara obedece a problemas políticos). En las décadas siguientes, el muralismo de la Escuela mexicana se consolidó como la auténtica y única forma de hacer arte en México, “no hay más ruta que la nuestra” escribía Siqueiros en 1945. Sin embargo, unos años más tarde, a inicios de la década de los cincuenta, una nueva generación de artistas comenzaba a manifestar, una vez más, la necesidad de renovación en el arte de México, el cual juzgaban anquilosado y agobiado bajo la influencia de “los tres grandes” y sus seguidores. 

Referencias

Conde, Teresa del (2014). Textos dispares. Ensayos sobre arte mexicano del siglo XX. México: Siglo XXI Editores, UNAM & Instituto de Investigaciones Estéticas.

Consejo Nacional para la Cultura y las Artes & Instituto Nacional de Bellas Artes (2010). Pioneros del Muralismo. México: CONACULTA & INBA.

Jaimes, Héctor (2012). Filosofía del muralismo mexicano: Orozco, Rivera y Siqueiros. México: Plaza y Valdés Editores.

Manrique, Jorge Alberto (2007). Una visión del arte y de la historia. Tomo IV. México: UNAM & Instituto de Investigaciones Estéticas.

Orozco, José Clemente (1988). Páginas autobiográficas. México: SEP & CONASUPO.

Rodríguez Prampolini, Ida (1986). Siqueiros y la Revolución. En Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, volumen XIV, número 56. Disponible en Web.





Apuntes sobre la Escuela Mexicana